Todavía llevaba la ropa de montar y olía a sudor. Subió con agilidad al carruaje que debía llevarla de incógnito. Dio las instrucciones al cochero y cerró las cortinas de terciopelo rojo. Los cuatro caballos arrancaron con rabia al son del látigo , empotrándola contra el respaldo del asiento. Solo disponía de unas horas. La emoción que sentía la asustaba un poco. Iba a conocer ese mundo oculto de primera mano. Se decían tantas cosas sobre él… Allí dentro iba a estar sola. Levantó una esquina del estor para atisbar fuera sin que la vieran. Era la ciudad más bonita que había visto del país que tenía que acogerla. El cochero atizaba a los animales para que se abrieran paso entre la muchedumbre. Gritaba a todo pulmón para que se apartaran, pero el rumor y el trasiego del mercado aca llaban sus esfuerzos. Los transeúntes permanecían ciegos al peligro de las pezuñas equinas. Puestos con extraños instrumentos de música emitían sonidos nunca oídos. Niños vestidos con harapos j
Aprendiendo a narrar historias inspiradas en la ciencia y en sus protagonistas. Adicta a los libros y a los de divulgación en especial. Editora en @hypatiacafe