Agradecí que la cama del hospital fuera mullida y amplia. Desde la operación no había podido dormir. Me torturaba no poder moverme. Y ese olor a desinfectante me aturdía. Su visita lo alteró todo. Llevaba dos décadas en absoluta oscuridad. Resignado a las tinieblas y a vivir en las calles; a sobrevivir de la caridad. Una segunda oportunidad, una nueva vida — dijeron — . Que me operarían gratis. Querrán algo cambio — pensé — . Y, además, ¿y si no funciona? Sería como volver a perderlo todo. Que confiara — dijeron — . Que confiara… ellos no han vivido en el asfalto. En mi juventud trabajé en una ferretería. Postrado en la cama, y sin poder moverme, intentaba distraer mi mente recordando los nombres de las herramientas, la métrica de los tornillos, de los tacos o la tabla de conversión a pulgadas. El reposo fue desolador. —Buenos días, Deion —me saludó la doctora con su agradable voz—. Llegó el gran momento. Voy a sacarte todo esto.
Aprendiendo a narrar historias inspiradas en la ciencia y en sus protagonistas. Adicta a los libros y a los de divulgación en especial. Editora en @hypatiacafe