En esta historia hay mucho tesón. Su protagonista es una enfermedad que esparció el terror sobre todo el planeta y dejó tras de sí millones de muertos y rostros desfigurados, la viruela. Empezamos en Constantinopla en el año 1716 y con una mujer inteligente y decidida, Mary Montagu, a la que le dediqué un cuento. (Si os apetece podéis leerlo aquí ). Ella misma fue víctima de la viruela y la primera que intentó librarnos de ella a través de una práctica extendida por aquel entonces en el imperio turco, el injerto. Luego, en 1796 Edward Jenner comenzó con lo que posteriormente daría lugar a la vacuna: un ensayo con muestras de pústula de la mano de una granjera infectada por el virus de la viruela bovina, y lo inoculó a un niño de ocho años tal como hizo Mary anteriormente. No sabemos si Edward llegó a oír hablar sobre las proezas de Mary, pero no importa. Y así, con un gran salto, llegamos a 1966 cuando la OMS (organización mundial de la salud) se propuso el
Aprendiendo a narrar historias inspiradas en la ciencia y en sus protagonistas. Adicta a los libros y a los de divulgación en especial. Editora en @hypatiacafe