Mientras la veía alejarse, esperaba qué se diera la vuelta y me viera espiándola, pero no lo hizo. ¿Cómo iba a hacerlo? ¿Qué motivo podía tener? Ninguno. ¿O sí? Me preguntaba cómo no supe verlo. De hecho, no faltaron señales que sugerían que había algo extraño en ella, pero eso me gustaba, me lo tomaba como un reto y lo justificaba pensando que todavía no la conocía lo suficiente. Se había despedido con uno de sus intensos abrazos qué tanto me gustan, deseando vernos el fin de semana y pasear juntas por la feria del libro de segunda mano. Ella es una ávida lectora. Otra atractiva cualidad. Si bien, ahora me pregunto si se emociona. Si al interpretar las manchas de tinta esparcidas con orden en cuartillas blancas era capaz de sentir ternura, asco o miedo, como yo. Es qué, ¡mi querida amiga es un humanoide! Había oído hablar de ellos, sin embargo, el descubrimiento me dejó aturdida y tuve qué sentarme en la terraza de un café. Necesitaba tomar aire y reflexionar.
Aprendiendo a narrar historias inspiradas en la ciencia y en sus protagonistas. Adicta a los libros y a los de divulgación en especial. Editora en @hypatiacafe