—¡Ann, muévete! Todavía nos queda un largo camino para llegar a Lomé —gritó Margaret apoyada en el Land Rover deslucido por los años y la humedad del trópico que les habían proporcionado en la central. Ann se había sentado en un viejo taburete de madera raído con la espalda recostada en la muralla de un patio familiar. No se cansaba de contemplar el colorido y constante trajín de los petits marchés africanos. —¡Voy, Margaret! No hay prisa. Corría el año 1962. Margaret era médico y Ann enfermera pediatra. Las había reclutado un equipo, del Cuerpo de Paz de EEUU, para trabajar dos años en Togo. —Ya tenemos todas las muestras que precisamos. Te recuerdo qué nos esperan mañana en el laboratorio del Martin Lutherking Hospital. —Lo sé, lo sé. ¡Ven! Quiero que observes algo, a ver si son solo fantasías mías. Margaret se acercó a la muralla arrastró un tronco de madera hasta colocarlo al lado de Ann y se sentó en él con desgana.
Aprendiendo a narrar historias inspiradas en la ciencia y en sus protagonistas. Adicta a los libros y a los de divulgación en especial. Editora en @hypatiacafe