Nada anunciaba el giro que tomaría mi vida esa mañana en la que corriendo subí al metro para llegar al trabajo lo más rápido posible. Fue cerrarse las puertas y verlo de pie apoyado en el asidero de metal. Era el único negro del vagón ; l o reconocí al instante. El tiempo había cincelado sus huellas sin compasión, pero seguía siendo alto y elegante. Afloraron sensaciones desordenadas que habían estado arrinconadas en la memoria; los niños; el río Níger; los mercados llenos de colores; el olor a humedad del trópico. Su misma actitud segura, recostado como ahora en la barra del vagón, en el enorme mango del patio mientras saborea despacio el dulce néctar del fruto amarillo. Luego las emociones invadieron mi mundo y la alegría me obligó a dirigirme directamente a donde estaba él. - Hola, Salek... - le digo con timidez - . Cuánto tiempo... - Hola, Elena. Qué alegría me da verte . Re accionó sorprendido y con una sonrisa sincera mientras acercaba su bello rostro para besar
Aprendiendo a narrar historias inspiradas en la ciencia y en sus protagonistas. Adicta a los libros y a los de divulgación en especial. Editora en @hypatiacafe