El
coche lo aparca en la plaza veintiuno de la planta menos tres, no puede
olvidarlo, tiene que recoger
a Marina en el colegio puntualmente, no le
gustaría retrasarse y que creyera que se olvidó de ella; además, no soportaría
oír otro de esos cansinos discursos de Luis. Será rápida, recogerá la documentación que hay que presentar el lunes y
así podrá aprovechar todo el fin de semana mientras la niña está con su padre. Solo perderá un momentito.
Se
calza los zapatos, que siempre se saca para conducir, sale del coche alisándose
la falda y se pasa los dedos de peine por el recogido mientras corre hacia al
ascensor. Presiona el botón de la planta ocho y comprueba la pulcritud de sus
dientes en el espejo, como hace siempre.
-Buenos días, Ángela. Por favor, ¿me das los documentos que te dejó
la jefa para mí?
-Buenos días, Clara. ¿Qué documentos?
-Los de la carpeta azul. ¡No me asustes! ¿No te los dio?
-Pues no. Pero ayer no estuve en toda la mañana y tal vez se los
dejó a su secretario. Voy a ver. Guárdame el puesto, ¿quieres?
La
mujer desaparece por la puerta de dirección mientras ella se tensiona y se pregunta
por qué narices se le ha ocurrido pasarse por el trabajo antes de recoger a su
hija. ¿Por qué está tardando tanto? ¿Qué está haciendo allí dentro? Mejor será
volver luego. Y se da la vuelta para irse.
En
ese instante sale del ascensor una hermosa joven con un bebé en brazos. Le pregunta,
atropelladamente, dónde está la recepcionista.
-Ángela ha ido a buscarme
unos papeles y ahora vuelve.
- ¿Podrías quedarte con mi niña mientras regresa? Tengo una
entrevista de trabajo y no tengo a nadie con quien dejarla. Ángela me dijo que
no tenía inconveniente en cuidarla, que hay un pequeño cuarto con cámara y la podría vigilar sin ponerse
en un compromiso.
-Lo
siento pero no me es posible, tengo que irme
enseguida, la mía espera que vaya a buscarla a
la escuela.
-
¡Por favor, estoy llegando tarde y es importante que
consiga este trabajo, lo necesito! Tú también
eres madre y puedes comprenderme. Dijiste que tiene que traerte unos
papeles, entonces no puede tardar. ¿No?
La
joven madre está a punto de llorar y le tiemblan las piernas, lo que hace que
la compasión sea más fuerte que la razón, y Clara accede. Ya no puede irse, habrá que esperar.
Por
un momento se relaja con la pequeña,
que es una preciosidad y le sonríe mientras ejercita
sus primeros vocablos. Pero la realidad se impone otra vez, la angustia se
apodera de ella; cuando está a punto de gritar
entra la recepcionista con la carpeta azul.
- ¡Por fin! ¡Cuánto has tardado! Toma al bebé de tu amiga, no le he
preguntado ni su nombre, pero ha entrado en el despacho 2B. Gracias y buen fin
de semana.
Se
dirige hacia el ascensor sin mirar el reloj por miedo. El elevador se para en la planta
seis para recoger a dos ejecutivos engominados que también van al parking. Sin
perder un minuto se dirige al coche.
Encuentra
la llave en las profundidades del bolso y... Qué extraño ¿no había
cerrado el coche?, no importa, debe llegar al colegio lo antes posible. Se levanta un poco la falda
para entrar y se sienta dejando el bolso en el lado del acompañante. Le parece
raro que el asiento esté tan retirado hacia atrás, pero deduce que algún chaval
entró y estuvo jugando en él. Cierra la puerta de un golpe e introduce la llave
en el contacto.
-¡No entra! ¡La madre que...! ¿no podría haber ido a jugar a otro
sitio? Qué habrá metido dentro para obturar ¿chicle?
Busca
su móvil y enciende la aplicación de la linterna agachándose bajo el volante,
pero no ve nada en la cerradura. Busca en la bolsa la aguja de coser que
siempre lleva en esos packs de costura para una urgencia y la introduce con
tanta rabia que la rompe dejando un trozo dentro. ¡Ahora sí que la ha
fastidiado!
Decide coger un
taxi no sin antes sacar de la guantera los CD de Brad Mehldau.
-¡Me los ha robado, el muy…!
Entonces
es cuando advierte que en su lugar hay una cartuchera con una pistola.
- ¿Cómo puede ser? ¿Será, que…? ¡Joder! ¡Este no es mi coche!
El
miedo se apodera de ella, coge sus cosas y sale pitando en dirección a la
salida. El letrero está claro; planta menos dos. Baja un piso por las escaleras
y localiza su vehículo donde lo dejó. Ya sentada, reclina un instante su sien
en el volante y respira profundamente mientras se pregunta en qué tipo de
trampa ha caído para ser capaz de creerse la película del ladronzuelo antes que
asumir su error.
Un
fuerte golpe de llaves en el cristal de la ventanilla la sobresalta, sacándola de sus
pensamientos, y la obliga a mirar. Un
hombre grande, con bigote, le está gritando,
enfurecido, algo que no entiende. El terror se apodera de ella por completo y
arranca a todo gas sin mirar atrás. Si lo hubiera hecho habría visto que le
estaba apuntando con la pistola.
Nota: Si queréis saber que ocurre
luego, me degustaría que lo dijerais, a ver si me animo a terminar .
Hola Cristina! Por supuesto que debes seguir, estás haciendo un gran trabajo en tu blog. Saludos y espero la continuación para ver un poco más de que se trata..!
ResponderEliminarGracias por tu apoyo, Martin. Se hará lo que se pueda :)
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