Hace poco leí que
Sócrates aborrecía los libros. Imaginaba que los libros hundirían a la
humanidad en la ignorancia. Sostenía que los conocimientos habían de
transmitirse oralmente y de sabio a sabio para no prostituir su contenido.
Sócrates, maestro de Platón y este último de Aristóteles, vivió hace dos mil
ochocientos años, así que no pude enfadarme con su ceguera, sin embargo, me
sorprendió y decidí profundizar sobre el tema. Tirando del hilo una cosa me
llevó a otras.
Sócrates
decía que cada vez habría más libros siendo imposible conocerlos todos y menos
aún poder separar el grano de la paja. Lo verdadero se embrollaría con lo
falso, lo correcto con lo erróneo, lo ilustrado con lo indeseable. Decía que el
exceso de información entorpecería el avance del conocimiento. Esto me suena de
algo, ¿a vosotros no?
Por
suerte, su alumno Platón no compartía esa visión sombría sobre la cultura
escrita, y por ello hoy podemos leer en su libro Febro lo
que pensaba
Sócrates.
Me
puse a imaginar la cara qué pondría el patriarca y sesudo filósofo si hubiera
vivido el nacimiento de la imprenta de Gutenberg dos mil cuatrocientos años
después. La producción en masa de libros le habría provocado, sin duda,
vértigo. ¡Y la primera conexión entre ordenadores, la Arpanet, dos mil ochocientos
años después! Se me escapó una sonrisa, ya os podréis imaginar.
Entonces,
fue cuando vi claro sobre que quería escribir. Qué revolución me parecía
de las más importantes e influyentes de nuestra historia; qué sin ella no
seríamos como somos: la imprenta.
Su
expansión fue rápida e imparable. Por poner un ejemplo: una persona, nacida
solo diecisiete años después de qué Johannes Gutenberg la inventara en 1453
(concediendo con la caída de Constantinopla), hubiera podido atesorar hasta ocho
millones de libros, más qué todos los producidos por los amanuenses y escribas
desde qué en el 330 Constantino fundó la preciosa ciudad.
La
transformación social qué provocó fue espectacular. He recogido aquí algunas de
ellas. Disculpad si están algo desordenadas.
Redujo
el analfabetismo Sin la imprenta, sin poder acceder a la lectura, no había
incentivo para aprender a leer y a escribir. Debió de ser un fuerte acicate
poder leer manuales, tratados, mapas, facturas, documentos oficiales o las
noticias en los primeros periódicos impresos.
Aprendimos
a pensar de forma distinta. Al leer simulamos mentalmente las situaciones qué nos describe el
narrador e integramos en nuestra memoria, junto a nuestras propias
experiencias, las singularidades de la acción y los sentimientos que nos
produce la narración. Según nos cuenta Nicholas Carr: "Las regiones del
cerebro que se activan a menudo son similares a las que se activan cuando la
gente realiza, imagina u observa actividades similares en el mundo
real"
Por otro lado, la
lectura y sobre todo la escritura nos ayuda a ordenar nuestras ideas.
La
revolución más importante en contra de los poderes absolutos. Extendió el
conocimiento, algo que monarquías e iglesia guardaron para sí mismos durante
los diez siglos que duró la Edad Media
Democratizó
el conocimiento. La Imprenta permitió hacer miles de copias de cualquier documento
o libro en poco tiempo y en consecuencia redujo el coste. No solo los ricos o
los nobles podían adquirir un libro. Por lo qué, ya no fue necesario acudir al
sacerdote, reyezuelo, señor feudal u otros para informarse, saber, o aprender
sobre algo. Ya no eran unos pocos los que poseían el conocimiento. Solo hacía
falta tomar un libro y leer.
Liberó
nuestra memoria. Ya no fue necesario transmitir oralmente los datos,
memorizarlos, bastaba con saber leer y acceder a un libro o instrucciones
impresas.
Liberó
al individuo. Como consecuencia de qué leer es un acto solitario ejercitamos la
introspección y nos vemos como individuos independientes que tomamos decisiones
que bien hubieran podido ser otras en las que nunca habíamos pensado. Nuestro
yo bebe del yo del que escribe.
Conectó
a las personas aumentando la empatía. Cuando la imprenta desarrolló la industria del libro, multiplicó
los puntos de vista y la posibilidad de meternos en la mente de otras personas
con formas de vivir diferentes a las nuestras. Lo que demostró que grupos
desfavorecidos como los extranjeros, negros, mujeres o los niños tenían los
mismos anhelos y miedos que el lector. Leer es una poderosa herramienta
para penetrar en otras mentes y, en consecuencia, permitir que nos pongamos en
la piel de otros aumentando la empatía hacia otros grupos. Por ejemplo los
lectores de "La cabaña del tío Tom'' la novela de Harriet Beecher Stowe,
que se publicó en 1852, pudieron comprender los sentimientos de los esclavos,
ponerse en su piel y humanizarlos, ya que por aquel entonces la mayoría todavía
los consideraba sólo algo más que animales.
Cambió
la forma de hacer negocios con los demás. Facilitó contratos comerciales, dejando atrás la economía feudal
basada en la palabra que limitaba los intercambios a regiones cercanas
geográficamente. Gracias a la imprenta se pudieron enviar listas de precios,
facturas, pagarés o cheques normalizados. La confianza comercial, pues, se hizo
universal.
Explosión
del conocimiento. La imprenta ha facilitado la expansión de distintas formas de
pensar facilitando el surgimiento de nuevas ideas y formas de resolver
conflictos qué no deja de ser expandir el conocimiento.
Internet
ha superado a la imprenta expandiendo y democratizando la información. Tanto
para bien como para mal. Internet tal como lo hizo la imprenta en su momento
está también transformando rápidamente nuestra sociedad, la manera de
relacionarnos, de comportarnos, de distraernos, de acceder a los conocimientos.
Pero no sabremos hasta dónde nos llevará hasta qué otra tecnología la
sustituya.
Estupenda entrada, Cristina !! Desde luego, la imprenta fue la clave para el desarrollo del conocimiento. Me encanta como mencionas como nos ha cambiado la vida ahora veremos hasta dónde nos llevan las nuevas tecnologías aunque creo que el placer que proporciona un libro en las manos es difícil de sustituir. Un abrazo!!
ResponderEliminarGracias, Lola.
EliminarComo tu no concibo la vida sin el plaer que supone tener un libro entre las manos. Otro abrazo para ti.