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Percepción y consciencia ¿Podemos creer en lo que vemos?


 
Ilusiones visuales en el arte y en la ciencia

-Percepción y consciencia ¿Podemos creer en lo que vemos?


 

Disfruto mucho con este bloc, aprendiendo a escribir, a argumentar y sobre todo aprendiendo de ciencia.  Soy nueva en esto y todavía no tengo un método de trabajo bien definido por lo que me ocupa mucho tiempo.  Esta semana me voy de vacaciones con unos amigos, hay que socializar de vez en cuando. Así que voy hacer trampa, os adjuntaré el resumen que ha hecho José Antonio Bustelo, mi futuro profesor @DivuLCC , del tercer capítulo del libro que nos ocupa. Y os invito a que participéis en nuestras #TertuliasCiencia que son realmente interesantes.

Sin más preámbulos, aquí os lo adjunto, que lo disfrutéis:

Si los pintores fueron los descubridores de las ilusiones visuales, los magos han protagonizado los hallazgos en el arte de la atención y la consciencia. En el siglo XV los pintores renacentistas habían logrado arrancar la tercera dimensión a partir de un lienzo, esa ilusión de profundidad y distancia que llamamos perspectiva. En el siguiente vídeo, a partir del minuto 4:16, se reproduce el experimento que realizó el arquitecto Filippo Brunelleschi en 1425 para demostrar que el aspecto de un objeto representado en una pintura obedece a estrictas leyes geométricas.


En una tablilla, donde había dibujado un boceto del baptisterio de Florencia, practicó un agujero para poder contrastar el dibujo y el modelo real con la ayuda de un espejo.

 

Este trampantojo florece en la Holanda del siglo XVII con su máxima expresión en la pintura realista. En la iglesia de San Ignacio de Roma, la prematura muerte del arquitecto impidió la construcción de la cúpula que fue extraordinariamente representada por Andrea Pozzo en el techo de la iglesia, una obra maestra de la perspectiva.



Pero la realidad también podía distorsionarse para crear el efecto deseado. El arquitecto Francesco Borromini exageró la reducción de las dimensiones que se da con el alejamiento de los objetos en el Palazzo Spada, para hacer creer que una galería medía 37 metros de largo, cuando en realidad sólo alcanza los 8.

 

También Laura, la madre de la autora del libro, fue víctima de uno de estos engaños cuando la acompañó a la convención en Las Vegas. Al entrar en el canal del hotel Venetian se asombró de lo rápido que había oscurecido. Desgraciadamente, Susana le estropeó demasiado pronto la ilusión de contemplar un precioso cielo realista al indicarle que esas "cosas negras" que colgaban de las nubes eran aspersores.

 

Escher fue otro de los maestros en crear ilusiones visuales. Por ejemplo, en su litografía Cascada donde el agua asciende milagrosamente para caer indefinidamente sobre un molino de agua, está inspirada en la figura conocida como triángulo de Penrose. Uno de sus secretos era unir en un dibujo dos perspectivas diferentes para que el cerebro construya la sensación de percepción global aunque el objeto sea fisicamente imposible.

 


Tras su doctorado, Susana escoge una ilusión visual para investigar sus efectos. La elección fue el Op Art o Arte Óptico, como los "Cuadrados anidados" de Vasarely que producen diagonales ilusorias por el cambio gradual de luminancia. Resulta que nadie había investigado sus fundamentos neuronales y tampoco se habían analizado otras formas que las cuadradas.


Con esta investigación, Susana demuestra uno de los secretos del sistema visual: las neuronas son más sensibles a las esquinas, las curvas y las discontinuidades, y no a los bordes rectos como se pensaba.
Los autores resolvieron en 2006 otro misterio sobre el origen de las ilusiones visuales, concretamente sobre las ilusiones cinéticas o que simulan movimiento, al demostrar que los diminutos movimientos del ojo para fijar la imagen estaban relacionados con la ilusión de movimiento. Eso quería decir que la ilusión comenzaba en el ojo, no en el cerebro. Una célebre ilusión que también depende de hacia donde enfocamos la vista es la huidiza sonrisa de La Gioconda. La sonrisa aparece si la percibimos con nuestra visión periférica, más sensible a las sombras de las mejillas, pero se escamoteará si miramos la boca directamente, pues nuestra visión central se centrará en los detalles y no integrará las sombras.


Si nuestra percepción fuera real, la Torre de Pisa tendría mayor peligro de caerse del que imaginamos, ya que al visualizar dos fotografías idénticas de la Torre, una al lado de la otra, nos da la falsa sensación de que en la foto de la derecha está más inclinada. nuestra visión supone que dos líneas paralelas se acercan en la lejanía, pero como esto no sucede el cerebro da por sentado que se están separando.


Otra ilusión que increiblemente no se detectó hasta 2007 fue la de cambio de sexo. Dos fotografías comparadas del mismo rostro parecerán femeninas o masculinas en función del nivel de contraste, asociado a que en las caras femeninas este se acentúa en zonas como los ojos o la boca.


Finalmente, otra de las ilusiones consiste en el enmascaramiento visual, como en el caso de la figura. Si enfocamos la vista durante unos segundos en el punto central, comprobaremos que seguimos observando la malla de cruces en movimiento, pero que los puntos amarillos desaparecen. Al parecer, evolutivamente entraña más peligro para la supervivencia un objeto en movimiento que un objeto estático, por lo que el cerebro privilegia la atención sobre el primero.


Los autores han llevado esto más allá en lo que llaman onda estacionaria de invisibilidad, consiguiendo que este efecto de desaparición se pueda prolongar indefinidamente, mediante el parpadeo continuo de un objeto junto a otro estático, lo que podría abrir nuevas posibilidades para el ilusionismo.

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