Si hay alguien que nos puede ayudar a entender algún que otro concepto, sobre la escurridiza física cuántica, este es Carlo Rovelli. Carlo es físico teórico, uno de los fundadores de la llamada “gravedad cuántica de bucles” y un virtuoso de las letras.
Escribe como los ángeles sobre conceptos físicos complejos. Posee una de esas mentes que enamoran, capaces de combinar lo racional y objetivo con las más profundas emociones humanas.
En este post me he propuesto contarte lo poco que he llegado a comprender sobre uno, solo uno, de los conceptos sobre mecánica cuántica gracias a la magia de Carlo Rovelli.
Hablo del extraño concepto del gato de Schrödinger. Que es de los que ha dado más juego a las pseudociencias para afianzarse en la creencia de qué somos capaces de modificar la realidad con tan solo nuestra voluntad. Ya sabéis eso de qué el gato está vivo y muerto a la vez hasta que nosotros abrimos la caja.
Siempre me pareció raro que fuera el observador, o sea nosotros, los que al mirar dentro la caja matáramos o dejáramos vivir al pobre gato. No soñéis pensando que tenemos poder sobre el gato, que somos capaces de transformar la realidad, porque no la tenemos. Allá voy a ver si he sido capaz de entender al gato de Carlo Rovelli.
Estaremos de acuerdo con que el mundo que observamos es una interacción continua, una densa red de interrelaciones. Tanto es así que si existiera un objeto que no influyera en nada, no actuara sobre nada, no emitiera luz, no atrajera, no repeliera, no se dejara tocar, no oliera … sería como si no existiese. Sería un objeto que si existiera, no nos afectaría para nada por lo que ¿existiría realmente?
El mundo que conocemos, lo que llamamos “realidad “, es una enorme red de cosas que interactúan, que se manifiestan interactuando unos con otros, y de la que nosotros formamos parte.
Una de estas cosas, o ente, es por ejemplo un fotón, el observador en su laboratorio es otro ente como cualquier otro, como lo es el fotón, el gato, o una estrella. Tú, qué lees estas líneas, eres otro ente y yo qué estoy escribiendo este post también.
La teoría cuántica describe cómo se manifiesta un fotón al investigador, y estos son dos sistemas físicos (dos entes, dos cosas), entonces también debe describir el modo en el que cualquier cosa se manifiesta a cualquier otra cosa. Lo qué sucede entre un fotón y su observador, es lo mismo qué pasa entre dos objetos cualquiera cuando interactúan, cuando se manifiestan el uno al otro actuando el uno sobre el otro.
Existen, evidentemente, entes físicos concretos que son “observadores”, que tienen órganos de percepción, memoria, trabajan en un laboratorio, son macroscópicos. Y la mecánica cuántica describe tanto a esos como a la realidad física que se esconde en toda interacción.
Si vemos las cosas de esta manera, no existe nada especial en el “observador” ya qué cualquier interacción entre dos objetos físicos (cosas) cuenta con una observación. Tomamos cualquier objeto como observador cuando consideramos que se le manifiestan otros objetos.
Para Carlo Rovelli la teoría cuántica es el descubrimiento de que las propiedades de cualquier cosa no son más que el modo en que esa cosa afecta a otras, las cosas existen solo con la interacción con otras cosas. La física cuántica describe cómo los entes se influyen entre sí. Y, por ahora, constituye la mejor descripción de la naturaleza de la que disponemos.
Hasta aquí podemos resumir que las características de un objeto son la forma en que este actúa sobre otros objetos. El objeto en sí mismo no es más que el conjunto de interacciones con otros objetos. En lugar de ver el mundo físico como un conjunto de objetos con propiedades definidas, la teoría cuántica nos invita a ver el mundo físico como una red de interacciones cuyos nudos son los objetos. No existen propiedades fuera de las interacciones. Por ejemplo: cuando un electrón no interactúa con nada, no tiene propiedades físicas. No tiene posición, no tiene velocidad.
¿Puede ser que algo sea real para ti, pero no para mí? La respuesta corta es que sí.
Imagina qué eres el gato de Schrödinger. Estás dentro de una caja y un mecanismo cuántico ( por ejemplo un átomo radiactivo ) tiene el 50% de probabilidades de activar la emisión de un veneno. Tú percibes si estás vivo o has muerto. (bueno si estás muerto no percibes nada…jejeje) Para ti, el veneno se ha activado o no. No ambas cosas a la vez.
En cambio, yo que estoy fuera de la caja y no interactúo ni con el veneno ni contigo, para mí estás vivo y muerto a la vez. Para mí hay una superposición cuántica entre los dos estados.
Algunos ejemplos:
—Aceptar qué la Tierra es una esfera significa aceptar la idea de que arriba y abajo no son nociones absolutas, sino relativas al lugar de la Tierra donde nos encontremos.
—Una piedra no tiene posición por sí misma. Tiene posición sólo con respecto a otra piedra con la que choca.
—El cielo no es azul, es azul en relación con el mecanismo de percepción de tu ojo que lo mira.
—Una estrella no brilla en el cielo con entidad independiente, es un nodo en una red de interacciones que forma la galaxia en la que reside. Y así indefinidamente.
No sé a vosotros, pero a mí todo esto me ha turbado de tal forma que hace muchos días tengo un montón de preguntas rondando por mí cabeza. ¿Qué son entonces un barco, una mesa o mis uñas? ¿Qué son? Es posible que sean solo formas, orden, y cómo el orden es definido por nosotros… entonces ¿solo existan creados por y en relación con nosotros y el universo? ¿No existe una realidad sólida? ¿Es solo el resultado de nuestra limitada visión macroscópica?
Fuente: “Helgoland” de Carlo Rovelli
Esta entrada participa en la convocatoria de @hypatiacafe sobre #PVgabinete
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