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Gua y su hermano Donald


Nada más llegar, el veterinario del Orange Park se dirigió directamente a la jaula de los simios. Estaba preocupado por la joven chimpancé que habían devuelto al parque hacía unos meses. Su madre biológica no parecía reconocerla. Habían estado separadas durante nueve meses. 

       Desde que llegó tuvo problemas para adaptarse. No sabía comunicarse con sus congéneres, y les tenía miedo. 

       El veterinario encontró a la pequeña cobijada en un rincón con su bol de comida intacto.

                                                       @@@

 

A principios de la década de 1930, el profesor de psicología comparada, Winthrop Kellogg, de la Universidad de Indiana leyó en el periódico una noticia que no pudo olvidar. En el periódico se informaba del hallazgo en Calcuta, la India, de dos niñas que se habían criado entre lobos. Las niñas-lobo las llamaron. La noticia detallaba que comían y bebían como los animales utilizando las manos y caminaban arrastrándose a cuatro patas. Una vez instruidas aprendieron a caminar erguidas y a hablar, aunque no lograron dejar de emitir aullidos o abalanzarse sobre aves y roedores como hacen los depredadores. Los responsables de su educación lo atribuyeron a la poca inteligencia de las dos niñas. 

       Sin embargo, Winthrop no estaba de acuerdo en qué fuera falta de inteligencia. Más bien era partidario de pensar qué las niñas habían aprendido el comportamiento salvaje de los lobos. Pensaba que era muy difícil desprenderse de los comportamientos aprendidos en la niñez. 

       El profesor llevaba unos meses dándole vueltas a un posible experimento para demostrar que tenía razón, pero necesitaba la colaboración de su mujer, Luella. 

       Después de cenar, el matrimonio acostumbraba a tomar una infusión en el salón y hablaban sobre los acontecimientos del día delante la chimenea.

       —Cariño, ¿ cómo te has encontrado hoy? —preguntó sincero.

       —Voy muy cansada, cada día estoy más gorda y pesada—contestó mirando y acariciando su enorme barriga—. Deseo con fuerza poder ver la carita de nuestro bebé. 

       Los dos se sonrieron y se tomaron de la mano.

       — Quiero proponerte algo. —dijo él sin soltar la mano de Luella.

       —Dime —contestó ella estirando la mano de él hacia ella y acercando su rostro divertida a la de su marido.

       —Verás, sabes que uno de los campos de investigación de mí departamento es el estudio del comportamiento de las distintas especies ¿verdad?

       Ella asintió con la cabeza y se echó hacia atrás sentándose con la espalda recta y soltándole la mano. Él le contó la noticia que había leído semanas antes y la casi certeza de haber ideado un experimento para esclarecer el dilema.

       —¿En qué consiste ese experimento qué necesites de mí opinión? —preguntó con expresión seria.

       —En adoptar a un bebé chimpancé como si fuera nuestro hijo—soltó sin más —. Educarlo junto a nuestro hijo que está a punto de nacer. Instruirlos a los dos por igual.

      Se lo contó a Luella ilusionado, seguro de que su mujer lo entendería. Ella abrió los ojos sin dejar de observar los de su marido chispeantes de emoción. 

     —Creo que no soy capaz de tratar por igual a un mono que a nuestro hijo. No puedo. 

       —Si qué podrás. Y cuando veas que el mono, como le llamas, es capaz de hablar o de hacer sumas, te sentirás orgullosa. 

       —Es solo un animal. Imposible, no cuentes conmigo. No creo que fuera bueno para nuestro hijo.

       Las negociaciones maritales duraron meses. Al final, Luella tuvo que ceder a las presiones de su marido y el 26 de junio de 1931, Gua, una bebé chimpancé de tan sólo siete meses , entró a vivir como una más de la familia Kellogg y con su hermano Donald que tenía diez meses de edad.

       Winthrop y Luella se dedicaron por completo al experimento para seguir el plan trazado para los nuevos hermanos, Donald y Gua. Cada mañana los pesaban, medían su presión arterial y la masa corporal. Luego, comenzaban las pruebas de habilidades sobre percepción visual y motora.

       Gua mostró una capacidad sorprendente para adaptarse al entorno humano, obedecía las órdenes mejor que Donald, aprendió a pedir perdón, daba besos a la gente, incluso aprendió a comer con cuchara e iba al baño ella sola. Sin embargo, Donald tenía un rasgo al que aventajaba a Gua: era mejor imitador.

       Gua se convirtió en la líder, descubría primero los juguetes escondidos y ganaba en los juegos. Mientras, Donald imitaba todo lo que hacía Gua. Donald aprendió a copiar a la perfección el reclamo de comida y usaba jadeos para pedir algo como lo hacía Gua. Por lo que el aprendizaje de su propio lenguaje se vio relegado.

      Cuando los Kellogg fueron conscientes de que Donald solo podía decir tres palabras, mientras los niños de la misma edad tenían un vocabulario rico e incluso comenzaban a formar oraciones, interrumpieron de golpe el experimento y devolvieron a Gua a su madre biológica. Donald tenía 19 meses y Gua 17. 

       Gua había aprendido a comportarse como un humano y Donald aprendió a hacerlo como un chimpancé.

                                                      @@@

 

El veterinario del Orange Park encontró a la pequeña Gua cobijada en un rincón de la jaula con su bol de comida intacto. Parecía dormir.

                                                      @@@

 

¡Esperad! Seguid leyendo porqué aquí no se termina esta historia.

       Winthrop Kellogg se pregunta en su libro qué tituló "El mono y el niño" ¿Qué nos separa a los humanos de los animales? A mí también me gustaría saberlo. En él se publicaron todas sus notas sobre el día a día de los dos forzados hermanos. Desde el universo moral del siglo XXI no nos parece un experimento ético. Hace noventa años se veía excéntrico, raro y hasta algo cruel, pero legítimo. 

       El profesor Kellogg había planeado que un mono se pareciera a una persona y terminó enseñando a una persona a ser un mono. A su hijo.

       Tras la publicación del libro, Kellogg se volcó en otras áreas de investigación. El hombre falleció el 22 de junio de 1972 con 74 años. Un mes más tarde lo haría Luella.

       Por su lado, Donald Kellogg, que pudo recuperar el espacio perdido en su desarrollo, con el tiempo, estudió medicina y más tarde se convirtió en psiquiatra.

       Sin embargo, unos meses después de la muerte de sus padres, Donald se quitó la vida.

       Actualmente, se duda de la veracidad de las niñas-lobo. Se cree que las niñas existieron, pero posiblemente eran autistas. El orfanato que las debía proteger las usó como reclamo publicitario para el mismo. 


Con esta entrada participo como #polivulgador de @hypatiacafe sobre #PVlucesysombras





Comentarios

  1. Que interesante y historia y que enseñanza nos deja muchas gracias,sigue con tu inspiración

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