Ir al contenido principal

Tiempo en la parada del bus

Dejó pasar el autobús que debía llevarla a casa. Siguió sentada en el banco de la parada a pesar del frio y sin poder moverse. Le daba vueltas a esa idea absurda. ¿Y si se pudiera dar marcha atrás en el tiempo, cómo en una película?

La irreversibilidad de nuestra dimensión no se lo permitía, y lo sabía. La flecha del tiempo le impedía volver al pasado y recomponer su vida. Pero deseaba tanto retroceder. Poner orden y así entender las causas de lo ocurrido y las consecuencias que acarreó.

Se imaginó poder ser un fotón y dejarse llevar por las leyes de lo ínfimo, nadando en la cuántica. En la realidad de lo pequeño no existe el tiempo, ni su tiránica ballesta. Intentó vislumbrar, lo que sería sentirse inmersa en un mundo donde no existiera la cuarta dimensión, que tan rápidamente la envejecía alejándola de la realidad.

Idealizó un mundo donde todo fuera presente, lo vivido, lo observado, lo sufrido, lo amado, lo soñado y lo inventado, ocurriendo a la vez. Pero no le pareció una buena idea, en lugar de desenredarse, la confundió aún más. Tal vez, después de todo el tiempo no era un mal invento, da sentido a los sucesos, aunque su precio sea alto.

Respiró profundamente para hacer llegar el oxígeno a sus pulmones, no se había percatado de que llevaba mucho rato aguantando la respiración. Su mente asoció la profunda inhalación de aire con el despertar de una certeza. El yugo del tiempo siempre lo cambiaba todo, cierto, pero esta vez sabía que no había otra cosa mejor. Y no con miedo, dejaría que el caos que la invadía la sorprendiera. Daría tiempo al tiempo para poder crear novedad en su existencia.

Otro autobús se acercaba. Se levantó, subió, pago con la tarjeta y se sentó detrás del conductor. El frio había calado en sus huesos y la hizo temblar, pero no le impidió perfilar una sonrisa mientras recordaba a Ilya Prigogine, su flecha del tiempo y la capacidad de creación del caos.
Este #relatosTiempo participa en  la iniciativa de @divagacionistas de enero 2017.

Comentarios

  1. La tiránica ballesta del tiempo. ¡Me encanta la metáfora y tu relato! Prigogine también habría esbozado una sonrisa.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Codo con codo

Marie se miró a su esposo desde el dintel de la puerta del laboratorio. Antoine se había dormido sentado sobre la mesa de trabajo. Al oírla levantó la cabeza, ojeroso y despeinado. Llevaba toda la noche montando el artefacto que idearon junto a Pierre .              —Buenos días, querido —dijo. Abrazó a su marido, que permanecía sentado, y besó su coronilla —¿terminaste de montarlo?              —Buenos días — dijo entre bostezos.  Antoine, alargó los brazos como si deseara tocar el techo mientras rozaba con la punta de los dedos la mejilla de Marie que le sonreía—. Si, está terminado, esperaba a que bajaras para empezar.             —Tendrías que descansar un poco antes de ponernos a ello.              Antoine era extremad...

De Leonardo da Vinci a Le Corbusier

Estas dos imágenes están íntimamente relacionadas. La de la derecha es del arquitecto y urbanista Le Corbusier (1887-1965) y pocos de nosotros teníamos conocimiento de ella, pero ¿Quién no conoce la de la izquierda? Esa figura humana, masculina, representada en dos posturas simultáneas. Una, con los brazos en cruz y las piernas juntas. La otra, con los brazos un poco más arriba y las piernas más separadas. La dibujó Leonardo da Vinci (1452-1519) en 1492 y la llamó Hombre de Vitrubio. Rendía así homenaje al arquitecto romano del siglo I a. de C. Marco Vitrubio Polión.          Marco Vitrubio había explicado que, si un hombre se colocaba tumbado boca arriba, con brazos y piernas estirados, y se le colocaba un compás en el ombligo, los dedos de las manos y de los pies tocarían la circunferencia descrita a partir de este centro. Además, el cuerpo también quedaría inscrito en una figura cuadrada que tuviera como lado la altura del hombre. El dibujo n...

La mano de Anna Bertha Roentgen

Cuando Wilhelm me pidió que pusiera la mano bajo la placa, no lo dudé ni un instante. Le había ayudado centenares de veces en sus trabajos de investigación. Compartía con él la idea de que había que experimentar, no solo pensar. Conocía la importancia que su trabajo podía suponer para el futuro de la humanidad. Así que lo hice, sin miedo.       Cuando vi la fotografía de los huesos de mi mano desnudos, descarnados, la imagen de la muerte y de la insignificancia del hombre se me hicieron patentes. Se fijaron en mi mente para siempre. Solo esa amada joya que es mi anillo de compromiso daba sentido a la angustia existencial de la experiencia.        Anna Bertha Roentgen fue la mujer del primer galardonado con el premio Nobel de física en 1901, Wilhelm Conrad Rontgen . E n 1895 produjo radiación electromagnética en las longitudes de onda correspondiente a los actuales rayos X . Ese día, entre los dos, hicieron la primera...

La física, o la fiesta.

 Llegué a casa cansada y con los pies doloridos. No estaba acostumbrada a llevar tacones tan altos, pero la ocasión lo requería. Me senté en el borde de la cama y me saqué los zapatos. Abrí el estuche de terciopelo rojo y contemplé la medalla dorada. En ella, estaba grabado un rostro de ojos rasgados que me sonreía apacible, cercano. Parecía decirme: "Lo conseguiste, lo lograste". Entonces, me dejé llevar por los recuerdos de juventud. En mi época de estudiante de física, la biblioteca de la facultad se convirtió en mi refugio. Al traspasar el dintel de su puerta, me gustaba cerrar los ojos un momento, aspirar profundamente y dejarme envolver por el mágico aroma a papel mezclado con tinta y polvo añejo. Era el aroma del descubrimiento, del conocimiento. Pero no todos los días eran así. Recuerdo una tarde en especial en la que me senté al fondo, lo más lejos posible de la puerta y las ventanas. No muy lejos, se oía el jolgorio de las fiestas de San Isidro. Buscaba la ...