Los murciélagos siempre me parecieron horrendos y
los que beben sangre, a los llamados vampiros, más. Seres de otro planeta,
parecidos a una rata maloliente con delgadas membranas de carne flexible haciendo
de alas. Que solo se alimentan durante la amenazadora oscuridad de la noche, permitiéndoles
camuflarse, mientras chupan sangre. Toda la mitología que existe tras de ellos,
da miedo. Que os voy a contar que no sepáis, todos sabemos de películas,
novelas y relatos inspirados en esa sabiduría popular que, demasiadas veces, poco tiene que ver con la realidad.
Estuve encantada de tener que cambiar de opinión sobre
ellos, al enterarme de que son muy sociables y generosos con los suyos. La primera
vez que oí hablar de su altruismo fue en una conferencia que dio Arcadi Navarro
titulada “La inteligencia como estrategia evolutiva”, en el CCCB de Barcelona.
Y luego en el libro de Yuval Noah Harari “Homo Deus”, donde también se menciona
el altruismo de los murciélagos vampiros.
Por lo visto, ese tipo de murciélagos, los vampiros,
que solo habitan en Sudamérica, se congregan por miles dentro de cuevas, y
todas las noches salen en busca de presas. Cuando encuentran un ave dormida, le
efectúan un pequeño corte y lamen la sangre que emana de la herida, no succionan
como los vampiros en las novelas. No todos los murciélagos de la comunidad
encuentran de comer. Con el fin de superar la incertidumbre de la su vida, los
vampiros se prestan sangre. El individuo que no consigue de comer volverá a
casa y le pedirá a un amigo que haya tenido más suerte, que le dé parte del
botín. Este, sin importarle que no sea pariente, vomitará una ración de la
comilona nocturna y se la dará a su colega para aplacar su hambre. Los dos
recordaran perfectamente el hecho y cuando cambien las cartas y el hambriento
sea el suertudo le devolverá el favor a su colega. ¿Altruismo, colaboración,
justicia? Tal vez, un poco de todo.
Tenemos arraigada en muchas esferas de la cultura y
en el tiempo, la concepción de que los humanos somos esencialmente egoístas. Aquello,
de que el hombre es un lobo para el hombre, que decía Hobbes. A pesar de esa
idea, el comportamiento de los vampiros me ha descubierto que hay muchas
evidencias que demuestran todo lo contrario. En las condiciones adecuadas, el
ser humano es social, cooperativo y altruista como los vampiros.
La idea de que la naturaleza es agresiva y que en
ella no pueden sobrevivir los más débiles, ha dominado la sociedad durante
generaciones y aún lo hace. La creencia absoluta a “la ley del más fuerte” ha
calado muy dentro en la dinámica social, con sus claras consecuencias. Ya es
hora de alzar una mano en favor de la flexibilidad de nuestra especie. ¡No
somos ni buenos ni malos, sino todo lo contrario, elásticos y maleables!
Charles Darwin ya intuyó que el altruismo tenía su
papel en la evolución, pero no supo cómo acoplarlo a su teoría. Más tarde, la
cooperación se ha podido encontrar en todos los niveles de vida, desde en una
simple célula hasta a nosotros, los humanos. Entre los primates en libertad,
hay múltiples ejemplos de cooperación y altruismo como son la caza cooperativa
entre chimpancés o casos, aún más maravillosos, que ocurren entre los bonobos a
quienes se ha visto prestar ayuda a minusválidos y heridos. El altruismo está
muy presente en la naturaleza, especialmente en el cuidado de las crías, y la
podemos observar en una gran variedad de contextos. Como cuando un suricato emite
una señal de alarma para indicar la existencia de un peligro al grupo, poniéndose
en peligro, ya que puede ser detectado fácilmente por sus enemigos.
No es fácil entender qué beneficios tiene para un
individuo ayudar a otros a costa de sí mismo. Dos teorías intentaron
explicarlo. La primera teoría la planteo William Donald Hamilton, quien expuso
la “selección por parentesco”. Según esta teoría, ayudamos a aquéllos con
quienes compartimos genes, a nuestra familia. Pero no explica por qué ayudamos
a personas que ni siquiera conocemos, como ocurre con los vampiros.
Más tarde Robert Trivers (1971) planteo el “altruismo
recíproco”, que dice: que a un individuo le puede ser beneficioso cooperar con
desconocidos, no emparentados, si existen posibilidades de que en un futuro
reciba provecho de los mismos. En esta hipótesis, no es necesario ni el
beneficio del grupo parental, ni tan siquiera que los individuos estén
relacionados, pudiendo incluso ser de otra especie.
Muchos, experimentos como “el dilema del
prisionero” han ido confirmando estas hipótesis y nos han llevado a pensar que
la cooperación y el altruismo fue una de las claves del éxito demuestra
especie. Todos los animales, jugamos en el tablero de la
vida y hay que mantener en equilibrio la cooperación y la competición, las dos
son necesarias para la supervivencia. El contexto o el medio determinaran que
estrategia nos será más efectiva en cada situación.
Somos muchos, ya, los que sabemos que hay
alternativas a la lucha, a la agresividad, a la competitividad. Las tácticas de
cooperación, generosidad y el altruismo son igualmente eficaces para resolver
problemas. Y poco a poco iremos destruyendo el concepto de que el ser humano es
malo por naturaleza y dejaremos de asustarnos con lo que nos rodea.
“No es la más fuerte de las especies la
que sobrevive, ni la más inteligente, sino
la que responde mejor al cambio”
Chales Darwin
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