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Bosque de baobabs en el Sahel


El tiempo y el espacio en África Subsahariana tiene otra dimensión a la que a un occidental le cuesta adaptarse. La naturaleza tiene sus leyes y los que tenemos la suerte de haber nacido en Europa, la crueldad de tales normas la amortiguamos con sofisticada tecnología.
El astro rey se hace más omnipotente en el Sahel. Cuando sales a la calle has de bajar el ritmo de tus constantes para no agotarte. Mejor hacerlo todo despacio. Nunca hay que correr no es elegante ni está bien visto, nos recuerda ese binomio cultura-supervivencia. Ahorrarás energía que luego vas a necesitar.  Cuando el sol cae a plomo lo mejor es sentarse a la sombra y contar historias, adormecerse o simplemente dejar pasar el tiempo junto a tus amigos.
Estoy sentada bajo un milenario y majestuoso baobab, protegida por su generosa sombra. Siento la emoción que siempre me invade cuando estoy en África. Es donde se me hace más patente que formo parte de la misma naturaleza que el universo. Tal vez porque me recuerda que es aquí donde empezó toda una aventura para un insignificante homínido. Me dejo poseer por la transcendencia que te hace reflexionar sobre todo lo que te rodea. África es un buen laboratorio para replanteártelo todo.
Percibo el suelo de tierra rojiza caliente como brasas no solo por la alta temperatura, sino por la certeza de la vida que contiene y que no veo. Ese fluir constante de átomos que chocan que se atraen y se repelen, creando desesperada vida que intenta controlar la entropía que tarde o temprano ha de destruirle para poder dar opción a otros seres
Cierro los ojos y me dejo llevar por el supuesto silencio. Pero me sorprenden multitud de ruiditos que intento identificar, una cabra que arranca mijo salvaje para rumiarlo con parsimonia. Algo se arrastra un poco más lejos, ¡Ups! ¿Una serpiente? o ¿Un escarabajo pelotero rodando una boñiga hacia su nido para alimentar a su prole? El canturrear de pajarillos que no veo, pero sé que son de vivos colores y el roce de sus patas asiéndose o aseando sus picos a las ramas. Ese runrún de miles de termitas descomponiendo madera con sus enormes pinzas que pueden morderte con ferocidad si no vas con cuidado.
Huelo a campo en verano, a hierba cortada y achicharrada, pero también a putrefacción. No me desagrada es parte del ciclo

Abro los ojos y miro hacia arriba. Estamos en época seca y mi baobab está repleto de frutos. Su color grisáceo contrasta con el intenso azul del cielo. Ha perdido todas sus hojas ya que es de hoja caduca. Parece que le hayan dado la vuelta, sus retorcidas ramas son más bien raíces que se nutren del viento. Cuenta la leyenda que:

 Los baobabs eran los árboles más hermosos y majestuosos del lugar. Todos los envidiaban por lo que su vanidad creció hasta que los dioses los castigaron enterrando sus ramas y dejando las raíces en la superficie  

Este hermoso árbol que me protege de la insolación, también puede saciar mi sed si lo necesito. En su tronco puede albergar cientos de litros del valioso líquido que la gente del lugar aprovecha para hacer amargos pero refrescantes brebajes. Dicen que esas bebidas pueden ayudar con la fiebre, la disentería y combatir la malaria. Nunca he sabido si realmente funciona, pero cuando no hay nada más a mano…
De él se aprovecha casi todo, por lo que le llaman el árbol de la vida. Con sus hojas más tiernas, los Dogón de Mali hacen sopa adoptando el rango de verdura. También de ellas hacen papel y cuerda
Su fruto tiene forma y tamaño de balón de rugbi. Duro, de color marrón cuando está maduro y de color verde cuando no. Con él también hacen instrumentos musicales adornados y parecidos a las maracas caribeñas, como la que tengo en la mano.  La pulpa blanca es comestible, de sabor ácido y textura harinosa con aspecto de tiza de pizarra de colegio. Es muy nutritiva dicen que contiene muchas vitaminas.
De las semillas y la cáscara de fruto también se puede hacer aceite para aliviar la sequedad de piel o para cocinar.
La corteza del gran tronco esponjoso es lisa, de un suave color gris, y huele a deliciosa madera. Parece que de ella se extrae un antídoto para algunos venenos, no sé. Con el puño cerrado golpeo el tronco y resuena a hueco no es de extrañar, es donde guarda el líquido de la vida, simple y maravilloso H2O

En época de lluvias estará repleto de grandes flores hermafroditas de color blanco o amarillo.
Este paisaje evoca el poder creativo de la selección natural. Delante de un cambio cualquier estructura ha de adaptarse o desaparecerá en favor de otra. Los sistemas naturales se abastecen de los recursos que tienen más a mano, sea una pequeña mutación de ADN, por simbiosis u otras, creando hermosísimas criaturas como mi baobab, capaces de sobrevivir en los medios más duros.
Mientras el sudor resbala por mi sien, me pierdo en mis reflexiones. Intento recordar en qué consiste esa bonita teoría que llamaron Gaia en la que participó Lynn Margulis. La bella idea que toda la Tierra es un ser vivo que se autoorganiza creando equilibrio. ¿Y por qué no englobar el universo en esa poética teoría?







FOTOS: Cristina Sopena J


Curso de escritura científica creativa  @DivuLCC











Comentarios

  1. ¡Me ha encantado! Y me das mucha envidia: uno de mis sueños es vivir en África :)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias, Dolores.
      Es importante para mi que te haya gustado.
      Cuando quieras ir, te paso contacto ;)

      Eliminar

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