La falta de lluvias ha forzado
la decisión de moverse hacia el sur. Hay que asumir el riesgo y alejarse de la
protección que ofrece la gran madriguera subterránea. En las comunidades de
suricatos los jefes siempre son hembras. Son ellas las que toman la decisión de
hacia dónde ha de dirigirse la gran familia para obtener alimento y asegurar la
viabilidad de las crías.
El centinela dejo de entonar
el canto monótono de: “tranquilos no hay peligro a la vista” y dio el grito de
alarma. Toda la manada se puso en alerta y se agrupo. Erguidos, sobre sus patas traseras y su larga
cola, dispuestos a defenderse todos juntos y atacar al depredador que se
acercaba por el aire.
Una cría se había quedado
rezagada. La lotería evolutiva había equipado al pequeño suricato con un disfraz perfecto para pasar
desapercibido en el desierto. El color de su pelaje podía confundirse con las
ocres arenas de la sabana del Kalahari.
Sus mayores enemigos son las aves rapaces, como el águila que se
acercaba y sabía que podía confundirlo perfectamente con un tronco de árbol si
no se movía. Esta aterrorizado, pero tenía que tomar una decisión. O corría
hacia donde estaban sus congéneres o se quedaba quieto, así que no se movió.
Lo que no sabe nuestro
suricato es que él es Timón de
joven, un personaje de la película “El Rey León” y que solo existe en la
imaginación de los humanos.
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