Todavía, en
ocasiones, no podía evitar revivir lo ocurrido con verdadero pánico. Ese grito
de aviso mientras el equilibrio de la estructura de la fábrica se resquebrajaba.
El brutal trueno que produjo el desgarro del edificio mientras reventaba por
dentro.
De pronto
el miedo, que se agolpaba en su garganta sin dejarlo respirar, puso en marcha
el efectivo sistema de reacción resultado de una cuidadosa evolución, y se
agachó rápidamente bajo la mesa de trabajo. Polvo, humedad, fuertes olores
metálicos, el roce de roedores corriendo desesperados. Los cristales de los
grandes ventanales explotando. Luego llegó el silencio y la oscuridad.
Tal vez
perdiera el sentido, pues no recordaba tener ninguna noción del tiempo. Se
sentía asustado y oprimido bajo el mostrador, pero no le dolía nada. Intentó
serenarse y respirar lentamente mientras volvía a abrir los ojos, que había
mantenido cerrados todo el tiempo que duró el derrumbe. Por una rendija entre
los escombros se escurría un pequeñísimo rayo de luz que reflexionaba en todos
los colores del arcoíris al incidir en un trozo de cristal. La naturaleza había
sido capaz de hacer poesía del horror y Joseph se conmovió. Mientras oía voces
fuera, lo que realmente contribuyó a tranquilizarlo fue aquel haz luminoso,
tenue y mágico, que llegaba del exterior.
Los juegos
y efectos de la luz lo habían asombrado desde muy pequeño y decidió que si
salía de esta, se dedicaría a su estudio. Joseph Fraunhofer había visto la luz,
sí. Este hecho era cierto tanto en el sentido real como en el figurado, y con
el tiempo llegaría a ver la luz como nadie antes había logrado.
Este micro #relatosMiedo es una colaboración
de @DivuLCC y la que escribe este blog @CristinaSopena1 para la iniciativa de @divagacionistas
Esta historia me encantó.
ResponderEliminarMuchas gracias por decírmelo , Gabriela. Es importante para mi.😄
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