Cada uno
de nosotros hemos nacido en una realidad histórica concreta, regida por unas
tradiciones, leyes, valores y en un marco económico y político determinado.
Damos por sentado que es lo natural, por lo que es inevitable e inmutable. Y
olvidamos que todo nuestro mundo es resultado de una cadena de eventos
accidentales.
Ayer por
la mañana crucé a toda prisa por la Plaza de Catalunya. A punto estuve de
atravesarla por encima del césped. Me frenó la mirada de pocos amigos de un
“mosso d'esquadra” enorme. Y sobre todo ese letrerito, escrito en todos los
idiomas del mundo, que seguro habréis visto en muchos parques que dice:
Prohibido pisar el césped. Así que obediente a la normativa, di el rodeo
establecido.
No me
quede tranquila. Más bien incomoda con la norma, no por ser un reglamento, que
hay que haberlos en cualquier lugar donde se conviva. Si no, porque siempre me
pareció una pauta extraña. Y ya era hora que me la cuestionara.
Pregunté
por mis cercanías qué razón podía haber para tal prohibición. Recibí varias de
las habituales explicaciones como; Somos muchos habitantes y si lo pisamos, no
podrá crecer; Vivimos en una región más bien seca, nos vamos desertizando y es difícil mantener
el césped en condiciones. (Aquí el interlocutor
y yo, nos perdimos por el retorcido sendero de la militancia ecologista,
cosas que pasan); Es bello y suaviza el
duro asfalto de las ciudades; Es lindo y nos acerca la naturaleza. Entre otras
muchas.
Todas
esas interpretaciones podían tener su parte de razón, pero no me dejaban
satisfecha. Había visto con mis propios ojos verdaderos vergeles, por supuesto
privados, en pleno desierto. Y seguí indagando. Intuía que había un motivo más
endógeno, profundo.
Si es tan
difícil y costoso mantener el césped en
una plaza pública, y no se puede pisar, ¿Por qué plantarlo? Porque es bonito.-
me dije- Vale, sí que lo es, pero también lo son los cactus y no tendríamos el
problema del mantenimiento y del agua. Hay cactus con flores hermosísimas.
- Pero, seamos sinceros, los cactus no nos parecen tan bellos y la mayoría
pinchan. El verde césped es suave, fresco y huele a tierra húmeda. Lo cactus..
¿A que huelen los cactus?
Césped al microscopio |
El caso
es, que hay una interesante y larga historia detrás de nuestra exagerada
predilección por la hierba cortada. No siempre nos pareció más hermoso el
césped que una planta carnosa. Seguro, que a un cazador recolector de la edad
de piedra, le debían parecer más vistosos los espárragos silvestres, y por supuesto más apetecibles.
Averigüe, que la idea de
plantar césped en las entradas de las casas, en los castillos, en las plazas y
edificios públicos, viene de los aristócratas franceses e ingleses de la baja
edad media, convirtiéndose en la edad moderna en un indicador de nobleza
Los
céspedes bien cuidados requerían, y
requieren, terreno, agua, mucho trabajo y no producen alimentos, nada de valor,
ni tan siquiera sirven como pasto para los animales. Las pobres no podían, ni
pueden, permitirse usar terrenos de pastura o sus huertos para plantar un verde
y húmedo césped. La hierba rasurada al mismo nivel, se convirtió en un símbolo
de estatus. Cuanto mejor cuidada estaba, más rico era su dueño. Si estaba en
mal estado, era señal de que había problemas en la casa.
La
superficie verde, perfectamente plana, se convirtió en escenario de eventos
sociales, como fiestas o bodas reales,
en todos los demás momentos estaba prohibido pisarla para no desmerecerla. ¿Os
recuerda algo eso?; Prohibido pisar el césped. ¡No pisar la sagrada
hierba¡
Los
palacios reales y los castillos ducales convirtieron al césped en un símbolo de
autoridad. A medida que los reyes iban cayendo y los duques eran guillotinados,
los nuevos presidentes y primeros ministros mantuvieron los céspedes en la
entrada de sus casas, y así, prolongándolo como símbolo de poder y prestigio. Lentamente
fue conquistando distintas parcelas de la sociedad, como parlamentos,
tribunales supremos, edificios públicos, plazas, estadios de futbol y pistas de
tenis. Proclamando aún más el poder simbólico del césped, con cada hilera de la
brillante y verde hierba rasurada que se plantaba y se sigue plantando.
Los
humanos, no es de extrañar, fuimos identificando césped con poder político,
estatus social y riqueza económica. En el siglo XIX, la burguesía la adoptó con
fervor. Al principio solo banqueros, abogados, empresarios y ricos en general
podían permitirse un lujo así en sus jardines. Pero cuando la revolución
industrial engordó la clase media e inventamos el cortacésped y el aspersor,
millones de familias podían permitirse un trocito de césped en su casa. Desde
entonces muchos soñamos con una casita con un hermoso y cuidado césped en la
entrada
¿Pero qué
tiene que ver este fragmento de historia con la libertad? Volvamos al
principio, olvidamos que nuestro mundo, lleno de simbolismos, fue creado por
una cadena accidental de hechos y a consecuencia de su historia, no solo se
creó la tecnología, nuestra política o nuestras tradiciones, sino también nuestros
gustos, pensamientos, miedos y deseos más profundos. La huella del pasado dirige, forzada, nuestra mirada
hacia un único futuro desde que nacemos,
asumiendo que es lo natural. (El césped es bonito y lo deseo) Por eso
pocas veces intentamos liberarnos y atrevernos a imaginar un futuro distinto.
(Quiero una casa con una alfombra de cactus con pinchos en la entrada)
Observando
la cadena de contingencias que nos ha atraído hasta aquí, nos damos cuenta de
cómo tomaron forma nuestros pensamientos o sueños más íntimos y podemos empezar
a pensar y soñar de otra forma. Saberlo, no nos dirá el camino a seguir, pero
nos dará más opciones para elegir, ayudándonos
a librarnos del pasado. Claro que no representa la libertad total, no podemos
evitar que la historia nos moldee, pero un poco de libertad es mejor que nada.
Creo que voy a tachar de mi lista de deseos, el césped.
Fuente : " Homo Deus" de Yuval Noah Harari y wikipedia
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