— Hola, buenas tardes — saluda. — Buenas tardes. ¿Qué número ocupaba? — Mostrador veintitrés. — Son trece wayermetios con cincuenta y cinco. Deme la tarjeta. — le dice mientras le acerca el holograma que previamente ha tecleado en la impresora. — Un momento por favor, no la encuentro — contesta desencajado. — No está permitido ir sin tarjeta — dice molesto el cajero —. Encuéntrela rápido. Introduce sus torpes manos en todos los agujeros de su atuendo color blanco y negro, uno por uno. Vacíos, no hay tarjeta. Se extraña. La lleva siempre consigo como establecen las ordenanzas. — No la llevo encima --por fin se atreve a decir —. Mañana la traigo para que la pueda validar. — Es una falta grave. Tendré que avisar a seguridad. — ¡Venga ya!, me conoces — implora —. Vengo cada día a la misma hora. — No sé quién eres, no te conozco — le contesta impasible el cajero
Aprendiendo a narrar historias inspiradas en la ciencia y en sus protagonistas. Adicta a los libros y a los de divulgación en especial. Editora en @hypatiacafe