— Hola,
buenas tardes — saluda.
— Buenas
tardes. ¿Qué número ocupaba?
—
Mostrador veintitrés.
— Son
trece wayermetios con cincuenta y cinco. Deme la tarjeta. — le
dice mientras le acerca el holograma que previamente ha tecleado en la
impresora.
— Un
momento por favor, no la encuentro — contesta desencajado.
— No está
permitido ir sin tarjeta — dice molesto el cajero —. Encuéntrela rápido.
Introduce
sus torpes manos en todos los agujeros de su atuendo color blanco y negro, uno
por uno. Vacíos, no hay tarjeta. Se extraña. La lleva siempre consigo como
establecen las ordenanzas.
— No
la llevo encima --por fin se atreve a decir —. Mañana la traigo para que la
pueda validar.
— Es
una falta grave. Tendré que avisar a seguridad.
—
¡Venga ya!, me conoces — implora —. Vengo cada día a la misma hora.
— No
sé quién eres, no te conozco — le contesta impasible el cajero
—
Mírame a los ojos — suplica —. Te saludo antes y después de abastecerme. Estoy
una hora entera en el surtidor.
—
Repito, no te conozco y no me es posible conocerte — sentencia el cajero
mientras introduce la fría mano debajo la mesa para accionar la alarma.
— Pero esto
es absurdo ¿no ves? — grita enfadado —. ¡Solo has de dejarme ir a casa a
por la maldita tarjeta!
— Lo siento.
Tendrás que hablar con seguridad, él te dirá lo que hay de hacer.
El AV567 se acerca con paso firme. Traje negro, casco negro, gafas negras y
la mano derecha sobre el cinto de la automática.
— Acompáñame
— le ordena al individuo.
— Verá — le
dice intentando mantener la serenidad —, deje que le explique. Vengo siempre a
este surtidor a reponer electrones desde hace años. El VP23 de la caja ha de
saber quién soy — sigue —, no comprendo por qué no me reconoce. Estará
estropeado. Deje que siga hablando con él y seguro que me permitirá ir a buscar
mi tarjeta identificativa.
— ¡He dicho
que me acompañe, CE67! No es posible que un VP23 pueda diferenciar a individuos
CE67 — vocifera —. Compruébelo usted mismo — le reta señalando la larga cola
que se ha formado en la caja.
CE67 se
vuelve a mirar detrás suyo. Le chirría la cintura al rotar. Todos los
individuos que están esperando liquidar su suministro son exactamente iguales.
Todos son ciborgs CE67. Las viejas y oxidadas bisagras de sus extremidades
tiemblan.
— El
deteriorado eres tú — sentencia el AV567 —. Demasiadas horas de vida. Has
sobrepasado la cantidad de registros en tu red neuronal y se ha producido la
singularidad.
Al CE67 le resbalan gotas de líquido plateado por sus mejillas de metal.
Este #relatosTarjetas participa en la iniciativa de @divagacionistas.
Diciembre 2017
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