Ayer domingo, se nos ocurrió ir de excursión por la zona del Montseny,
concretamente en El Figaró, en donde mí familia había disfrutado durante años
de una casita en el barrio de la estación. Os preguntaréis qué os importa a
vosotros lo qué hago los fines de semana. Pero, es qué veréis, tuve una
conversación a la que todavía le estoy dando vueltas.
Antes de empezar a saltar como
una cabra por la montaña decidí desayunar en el bar que hay cerca de la qué
había sido nuestra casa, cargar de energía el cuerpo y encender recuerdos
olvidados.
Allí me encontré con un viejo
amigo de la infancia que no había visto en siglos. Nos pusimos al día practicando
el deporte favorito del pueblo, el del chafardeo.
Rememorando nuestra infancia
recordamos el huerto que montó mí abuela en un rincón del enorme jardín. Un
año, la tierra le dio tantos tomates que nos pasamos el verano haciendo
conservas y aun así seguíamos invadidos por los tomates. Así que mi abuela se
le ocurrió hacer un trueque con la vecina qué cultivaba patatas para luego
venderlas en el mercado de los domingos en la plaza mayor.
—Ese recuerdo siempre me ha hecho
pensar en que así se inventó el comercio, con confianza entre vecinos y con
intercambios en donde las dos partes salían ganando (0)—dije con una
sonrisa sin dudar (5)
—Bueno, hasta que el trueque se
transformó en ladrones robando a desfavorecidos (1)— contestó el amigo
con aires peyorativos y tomando un sorbo de café.
Capté enseguida lo que estaba
ocurriendo y como me gusta tensar el hilo seguí.
—No creo que todos los
intercambios sean robos, que necesariamente haya alguien que tenga que perder
lo que otro gana. En matemáticas y en teoría de juegos se demuestra…
—Tuve un profesor buenísimo
de economía —me cortó de pronto—, qué luego fue rector de la universidad
y nos lo demostró: siempre ha de haber alguien que pierda para que el otro
pueda ganar. (2)
—Pues, creo que incluso si
hablamos de un campo conflictivo como es el laboral, la dicotomía empresario/trabajador,
llega a un acuerdo e intercambia salario por trabajo, por lo que los dos salen
beneficiados. Eso no quiere decir que no haya abusos que haya que sancionar
duramente. Por desgracia ocurren con demasiada frecuencia.
—Vives en el mundo de yupi, querida.
(3) (6)
Me dolió el tono de "querida”,
pero preferí ignorarlo.
—Pero, claro, que se puede
esperar de una mujer empresaria (4) (3) (6)—siguió con semblante oscuro
a sabiendas que ofendía.
Debió de buscarme en Google y ver
que ahora gestionaba una pequeña empresa y eso debió reforzar sus prejuicios. (7)
—Pues no, no lo sé. ¿Qué es lo
que hay que esperar? —pregunté con retintín y tomando mí mochila para salir de allí.
—Que la emprendedorcilla (3) está
en que el mercado es maravilloso y qué todo se va a solucionar con matemáticas
y ciencia. Estás haciendo pura teología del sistema.
—¡No! He dicho qué hay que controlar
a los abusones.
No quise seguir, fui a la barra a
pagar el desayuno, no quise invitarlo. Y salí de allí, como en muchas otras
ocasiones, con esa desagradable sensación de que él había ganado sin
merecerlo.
Ante todo, pediros disculpas por hacer trampa, he tratado por igual sesgos que falacias y no es lo mismo. Se denomina sesgo a un error de procesamiento interno de nuestro cerebro, como por ejemplo las ilusiones ópticas, en cambio la falacia es un error de razonamiento. En el texto he encontrado las siguientes falacias y sesgos. Si encontráis más no dudéis en apuntármelo.
-Juego de suma positiva (0)
Suma positiva. Expresión derivada de la teoría de juegos que se refiere a
una situación en la cual los participantes pueden cooperar y obtener ganancias
(+1) con lo cual la suma de las ganancias resultantes es un número positivo
(+1+1=2 o más).
También existe el juego de suma
negativa donde todos pierden, como en las guerras.
(1)-Falacia de suma cero
Esta falacia consiste en suponer que todos o casi todos los intercambios
entre personas funcionan como un juego de suma cero. Es decir, que en ellos
existe un perdedor y un ganador.
Al menos, en occidente existe una
sociedad bastante libre por lo que intentamos aceptar sólo los intercambios que
benefician a las dos partes. Esto choca con la visión de opresor-oprimido que
le dan algunas ideologías a este tipo de relaciones.
Se podría decir qué las
interacciones humanas se caracterizan por las tres situaciones: suma cero, suma
positiva y suma negativa.
(2)-Falacia de autoridad
Un argumentum ad verecundiam, argumento de autoridad o magister dixit es
una forma de falacia. Consiste en defender algo como verdadero porque quien es
citado en el argumento tiene autoridad en la materia.
(3)-Falacia Ad Hominem
La falacia Ad Hominem consiste en atacar a la persona que emite el
argumento, en lugar del argumento en sí, con la intención de desacreditar y
humillar al individuo y que no sea tenido en consideración.
(4)-Principio de caridad.
En filosofía y retórica, el principio de caridad consiste en presuponer que
el interlocutor tiene buena intención y poseerá un pensamiento racional.
También se puede negar (como en el cuento).
(5)-La maldición del conocimiento.
La maldición del conocimiento significa que cuanto más familiarizado se
está con un concepto o saber, más difícil es ponerse en el lugar de alguien que
no lo está. Presuponemos que el interlocutor posee los mismos conocimientos que
uno.
No se puede desaprender lo
aprendido y ya no se puede ver con ojos nuevos. Además, resulta mucho más
difícil explicar los conceptos básicos a las personas que son nuevas en el tema
porque no se puede recordar qué preguntas se tenía cuando se era nuevo en el
tema.
(6) Sesgo de género.
El sesgo de género se define como los principios o preceptos que se asignan
a una persona o colectivo basado en su género. Se trata de ideas,
predilecciones o hasta prejuicios inconscientes basados en estereotipos
socioculturales
(7) El sesgo de confirmación
Es la tendencia de la mente de las personas a buscar información que
respalde los puntos de vista que ya tienen. También lleva a las personas a
interpretar evidencia de manera que apoye sus creencias, expectativas o
hipótesis preexistentes.
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