Ir al contenido principal

Troglodita

 


Siempre es un duro golpe ser consciente de qué me engañan, aunque lo es más si soy yo misma la qué lo hago. Saber qué no puedo fiarme de mis sentidos no es agradable. Entender qué lo que veo, oigo o huelo es solo una ínfima parte de la realidad y qué además esa mínima porción es en muchas ocasiones errónea, inquieta. 

       Como todos vosotros, percibo el mundo a través de mis sentidos, me centro en lo que creo importante y actúo en consecuencia. No es qué creyera qué la interpretación qué hace mí mente de la información qué le proporcionan mis sentidos fuera cien por cien precisa del mundo qué me rodea, pero casi. Y nada más lejos de la realidad. No son rigurosos mis sentidos ni mí mente.

       ¿Qué pensaríais si os demuestran que no podéis fiarnos de vuestros sentidos? ¿Qué mucho de lo que vemos y lo que oímos es una mala reconstrucción de nuestra mente? Pues eso.

       Luego reconocí que soy buena inventando realidades, buscando patrones en las nubes o fantaseando. No tiene mucho mérito, creedme, lo hacemos todos, a todas horas. Somos eficaces inventando mundos, damos como buenas causas qué son solo correlaciones, creamos recuerdos y razonamos según nuestros intereses. Y eso trae problemas.

       Nuestra mente es troglodita, cual la de un mono sin pelo. Somos rápidos y eficientes en según qué cosas, como al reaccionar corriendo con pánico al intuir un perro salvaje detrás las sombras de los árboles, pero por el mismo motivo nos equivocamos tanto cuando no hay ningún peligro en las sombras. Y también por eso, por qué nos iba la vida en ello, nos inventamos tantas cosas a partir de tan pocos datos (una sombra detrás de los árboles). Y, fíjate, yo ni siquiera me había dado cuenta de que estaba construyendo una realidad mientras buscaba caras en las nubes. No hay duda de que venimos así configurados de fábrica.

       Es qué la mayor parte de nuestra historia ha transcurrido en cuevas y nuestros sentidos y la interpretación qué hace nuestra mente de la información qué nos hacen llegar están configurados para vivir en cuevas o en la sabana Las ciudades son algo tan reciente qué todavía no han podido influir en la evolución de nuestra mente. En todo caso es al revés: tenemos una mente troglodita a la qué hacemos vivir en ciudades. Y la cuestión es si ese troglodita que todos llevamos dentro se está adaptando bien a estas urbes en las que vivimos.

       Como os decía, somos como nuestros antepasados. Nuestras mentes se fraguaron en contextos muy distintos a los actuales (la vida en las cavernas), y muchas de nuestras respuestas son como las suyas, pero totalmente fuera de lugar. Y eso es problemático.

       Nuestros ancestros se equivocaban con frecuencia al ver caras de dioses inexistentes en las nubes, osos en las sombras o leones detrás de los matorrales y eso les salvó la vida a ellos y nosotros pudimos nacer milenios después. Pero ahora, seguimos viendo dioses donde no los hay y peligros inexistentes cuando no hay leones en nuestras calles y ni tan siquiera necesitamos cazar, es suficiente con acercarse al supermercado. 

       Hay quien se deja llevar por su troglodita interior y ve señales y presagios en las estrellas, en la fecha de nacimiento, en las líneas de la mano, en los gráficos de inversiones financieras o en la correlación de ciertos números. Y todo esto, en la actualidad, es un peligro más que una ventaja. No creáis que son únicamente los que escriben horóscopos o los economistas que ven señales mágicas; también hay psicólogos qué ven señales en las manchas de tinta o en los sueños, o médicos qué creen en chakras, aunque afortunadamente son cada vez menos.

       El objetivo de la adaptación al medio es sobrevivir, no percibir correctamente la realidad, ni recordarla con pelos y señales, es actuar rápido, con los pocos datos que nos proporcionan nuestros sentidos y eso nos ha salvado la vida hasta ahora. Entonces, ¿qué hacer?

       ¿Os habéis fijado alguna vez en que cuando un gato se asusta, primero sale corriendo, pero luego se para, se protege tras un mueble o bulto y se vuelve para mirar a ver quién o qué ha sido lo qué le ha causado la percepción de peligro? Está tratando de aprender a posteriori sobre el incidente para poder adaptarse mejor en el futuro. Después de ponernos a resguardo conviene detenerse y reflexionar, con el fin de aprender mejor para la próxima vez.  Pues eso es lo que hay qué hacer, aprender.

       Pero aprender es a posteriori. La prioridad sigue siendo sobrevivir y reproducirnos más que estar seguros de qué fue lo que se movió tras los arbustos. Es más adaptativa esta capacidad de reacción rápida qué ser cien por cien racionales, como un robot. Repito, somos tremendamente adaptativos. Y aprender de la experiencia es nuestra mejor arma.

       Nuestra mente y nuestros sentidos nos juegan malas pasadas y cuanto antes seamos conscientes de ello, tanto mejor. Como ahora sabemos que la adaptación no consiste en percibir y recordar fielmente la realidad, sino en percibir y recordar aquello que nos ayude a tomar decisiones más adecuadas para lograr un mayor nivel de supervivencia, hay que aprender cómo mejorar nuestros sentidos. Por ejemplo, con el telescopio para ver lo que está muy lejos; el microscopio para ver lo pequeño; gafas qué nos protejan de la luz ultravioleta o nos permitan ver colores nunca vistos; guantes de extrema sensibilidad; audífonos para oír la música imposible y la otras extensiones de nuestros sentidos. Crear modelos qué nos ayuden a entender cómo funciona el mundo y nuestras mentes trogloditas. Y así tomar mejores decisiones.

Con esta entrada participo como #polivulgador de @hypatiacafe sobre #PVsentdos


Comentarios

  1. Hola troglodita!! Muy buen artículo! Como dices, el darnos cuenta de que no podemos fiarnos de nuestros sentidos fue una de las cosas que impulsó el desarrollo de la ciencia y que hay que seguir teniendo en cuenta para mejorar. Un abrazo, Cristina.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Lola :-)
      Gracias por el comentario. Si, creo que una vez eres consciente de los errores que cometen nuestros sentidos y lo sesgados que estamos, dudas de todo. Solo la ciencia puede dar algo de luz. De hecho la ciencia existe porqué no se fia de los científicos.. jejeje Un fuerte abrazo

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

La mano de Anna Bertha Roentgen

Cuando Wilhelm me pidió que pusiera la mano bajo la placa, no lo dudé ni un instante. Le había ayudado centenares de veces en sus trabajos de investigación. Compartía con él la idea de que había que experimentar, no solo pensar. Conocía la importancia que su trabajo podía suponer para el futuro de la humanidad. Así que lo hice, sin miedo.       Cuando vi la fotografía de los huesos de mi mano desnudos, descarnados, la imagen de la muerte y de la insignificancia del hombre se me hicieron patentes. Se fijaron en mi mente para siempre. Solo esa amada joya que es mi anillo de compromiso daba sentido a la angustia existencial de la experiencia.        Anna Bertha Roentgen fue la mujer del primer galardonado con el premio Nobel de física en 1901, Wilhelm Conrad Rontgen . E n 1895 produjo radiación electromagnética en las longitudes de onda correspondiente a los actuales rayos X . Ese día, entre los dos, hicieron la primera...

¡Regresa maldito!

A veces el blanco puede ser agresivo para la retina del que mira; ese color que los posee todos; símbolo de pulcritud, de pureza; pero también de dolor, no en vano en algunas culturas es el atuendo de la muerte. Cuerpo enjuto debajo las sabanas; rodillas como montañas puntiagudas de las que resbalan pliegues níveos como en la piedad de Miguel Angel. Hedor agrio. Tubos; cordones umbilicales que salen de la paredes, y que sin su consentimiento lo atan a la vida penetrando por sus orificios. Manos frágiles, solo huesos y piel; dulce piel, cálida piel que me quemó para bien y para mal. Mejillas hundidas en dos huecos profundos y cuarteados. Esa palidez… parece dormir, ¿lo hace? Sus finos labios parecen pergamino, han oscurecido acercándose al morado del penitente que suplica perdón ¿lo pide? Los pulmones manchan el aire con dificultad, sin fuerza para levantar el costillar. Párpados cerrados, como pellejos curtidos. ¿Cerrados? y esa grieta... ¿son pestañas o me mir...

Kogi, una nueva mirada al pasado.

  Kogi abrió los ojos sin saber quién era ni dónde estaba. Oscuridad, olor a humedad y a algo dulzón. La confusión la atemorizó. Alzó la vista. Solo pudo ver un trozo de cielo azul amenazado por nubarrones.      Recordaba… Había caído por un socavón del terreno que permanecía cubierto por maleza mientras corría detrás del uapití. No era demasiado profundo, así que solo había que trepar unos metros. Al intentar incorporarse la atravesó un dolor que la obligó a doblarse hacia delante.     Cuando llegó al suelo, al caer se había clavado su propio arco en un costado del abdomen. Instintivamente se lo extrajo con rapidez lanzando un grito estremecedor.      Había que taponar la herida. La vendó  con tiras de cuero que fue arrancando de su atuendo.     Contó hasta tres e intentó ponerse de pie. Imposible. Definitivamente era inviable levantarse y trepar.     No muy lejos, se oyeron lo...

Ameni y los ahoras

Mi pequeñísimo protagonista vivió hace muchos miles de millones de años y le ocurrió algo sorprendente, algo tan mágico que es digno de ser contado.      Ameni, inmediatamente después de venir al mundo ya se desliza por las cálidas aguas del trópico junto a sus congéneres, e impulsada por su código interior, va en busca de un hábitat suficientemente rico en plancton para residir definitivamente.      Ameni es de un brillante y translúcido color azul y se parece a una pequeña anémona de cuerpecillo alargado. Puede desplazarse gracias a doce apéndices situados en un extremo con un esquemático sistema nervioso dirigido por un tosco cerebro. Es preciosa, pero nadie sabe que Ameni es rara, ha nacido con una pequeña diferencia en sus genes, una mutación.     Sus colegas se están agrupando. Se dirigen al fondo del mar donde hay unas grandes rocas marrones llenas de agujeritos.   Ameni percibe como sus comp...